Es común pensar que los órganos sexuales de los seres humanos están situados a eso de la mitad del cuerpo… Mal vamos. Eso solo son los órganos con los que nos reproducimos y en donde, como en otros lugares del cuerpo, tenemos un gran numero de terminaciones nerviosas que bajo una adecuada manipulación podremos sentir placer. Pero realmente el órgano central de la sexualidad humana es el cerebro.
Los estímulos externos pueden pasar a considerarse estímulos sexuales en el momento en el que los procesamos y les otorgamos ese valor. Pero los propios pensamientos e imágenes mentales que podemos generar pueden ser grandes estímulos sexuales por si mismo sin necesidad de que vengan del exterior.
El estudio y la visualización social de las fantasías sexuales es algo muy reciente y que no se ha valorado lo suficiente todavía.
Estamos hablando de actos imaginarios o pensamiento deliberado que tiene un carácter excitante o erótico para el individuo. Son una poderosa herramienta que nos habla de experiencias pasadas, imágenes, lecturas, situaciones que nos han incitado cierta tensión sexual; nos hablan desde lo privado, más íntimo y único de cada persona sin ningún tipo de filtro social o normativo.
Hablan de variedad, detalles, realismo, ficción, romanticismo, morbo, familiaridad, misterio, sensaciones, seducción, sumisión, dominación, parejas, amantes, extraños, etc. Todas y cada una siendo únicas, aceptables y valiosas.
Conocer, comprender y manejar nuestras fantasías sexuales puede también ser un punto clave para resolver algunos problemas sexuales que se pueden presentar, o simplemente para lograr una mayor satisfacción y sensaciones de placer más elevados.
Pero en ocasiones las personas podemos tener problemas a la hora de identificar nuestras propias fantasías, les damos un valor que no tienen, o podemos incluso rechazarla al considerarla “poco adecuada”. Si tomamos la primera afirmación descrita en este artículo y de verdad apreciamos que, efectivamente, el cerebro es el .órgano sexual más importante, el negar, rechazar o no identificar nuestra propia fantasía podría limitar nuestra vivencia como seres sexuales que somos, negándonos a nosotros mismo una experiencia de placer y autoconocimiento muy poderosa.
La terapia sexual se nutre de las propias fantasías sexuales del paciente para reconocerlas, darles el valor que se merecen y usarlas en el propio beneficio de la persona. Iniciando juntos un trabajo de introspección y estimulación para lograr obtener esta valiosa herramienta de placer individual, pero también tan valioso a la hora de compartir nuestra sexualidad con otras personas.
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ALEJANDRO SALINAS
Terapia Psicológica
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