ALEJANDRO SALINAS

¿Qué emociones son malas?

“No te enfades”. “Sonríe un poco”. “Que no se den cuenta que estás triste”. “No está bien sentirse así”. “No debería sentirme así”…   

No paro de encontrarme con este tipo de frases en terapia, solemos calificar las emociones en buenas o malas y a menudo también se juzga la etiqueta que se les pone. Normalmente, emociones como la ira, los celos, la tristeza o la frustración se consideran “malas”, mientras que emociones como la felicidad, la alegría, el amor, se consideran “buenas”. Sin embargo, estamos cometiendo una gran injusticia al categorizar las emociones de esta forma. Las emociones no son buenas o malas, simplemente son. Generalmente, nuestras emociones son una reacción automática, algo sobre lo que tenemos poco control o no podemos evitar que ocurra. Las emociones nos ayudan a entendernos a nosotros mismos y a las situaciones, a tomar decisiones y a menudo desempeñan un papel importante en nuestros comportamientos, e interacciones con los demás.

Todas las emociones están bien y deben sentirse, es la reacción o el comportamiento que surge de esas emociones lo que puede considerarse “bueno” o “malo”, o mejor dicho “saludable” o “no saludable” para nosotros y para los que nos rodean. Las emociones ocurren y normalmente están fuera de nuestro control, pero lo que sí está en nuestro control es cómo nos impactan, cómo reaccionamos ante ellas y cómo nos comportamos o actuamos debido a ellas.

Un ejemplo muy claro es la ira. Está perfectamente bien sentir ira y a menudo nos ayuda a identificar nuestros límites, lo que aceptamos y lo que no aceptamos en las relaciones y las situaciones en las que no nos gusta estar. Todo esto puede ser beneficioso. El enfado no es bueno ni malo, pero la forma en que reaccionamos o lo que hacemos cuando nos enfadamos es lo que se puede considerar como “bueno” o “malo”. Digamos que alguien dice algo negativo sobre tu trabajo. Puedes ponerte a la defensiva, empezar a gritarle a la persona, frustrarte con todos en tu lugar de trabajo y posiblemente empeorar la situación, o puedes procesar lo que se dijo y el enojo que sientes, identificar si había algo de verdad en el comentario, si no, ignorarlo. Si era cierto, utilízalo para motivar el cambio y defenderte de manera asertiva.

Veamos también la felicidad, una emoción que suele identificarse como “buena”. Al igual que el enfado, sentirse feliz tiene muchos beneficios, como disfrutar de nosotros mismos y de los que están en nuestra vida, identificar lo que nos gusta hacer o en lo que participamos y, posiblemente, ayudarnos a encontrar carreras o relaciones que nos resulten satisfactorias y positivas. De nuevo, la emoción real de la felicidad no es buena o mala, lo que importa es cómo reaccionamos o nos comportamos cuando somos felices. Digamos que te ascienden en el trabajo y te sientes muy feliz por ello. Podrías disfrutar de la atención y sentirte orgulloso de tu logro, sentirte más realizado y motivado en el trabajo, y estar agradecido por el avance en tu carrera. También podrías volverte muy arrogante y jactancioso, juzgar y menospreciar a las personas que ahora están “por debajo” tuya en el trabajo, y posiblemente arruinar las relaciones.

Como puedes ver en los ejemplos de la ira y la felicidad, las emociones no deben etiquetarse como buenas o malas, sino que las etiquetas pertenecen a sus resultados. Todas las emociones están bien; todos los comportamientos, no. Nunca debes dejar que nadie te diga cómo debes o no debes sentirte o que lo que sientes es bueno o malo. Todo el mundo tiene derecho a sentir todas las emociones, en todos los niveles de intensidad, en cualquier momento y por cualquier motivo. Lo importante es cómo procesamos nuestras emociones y reaccionamos ante ellas, que es lo que realmente importa.

La terapia puede ser una gran herramienta para ayudarte a identificar tus emociones, para entender las posibles razones o desencadenantes de tus emociones, y para aprender formas más saludables y positivas de procesar y reaccionar a lo que estás sintiendo.

P.D.: Yo mismo en terapia aún tengo que estar corrigiéndome todo el rato para no hablar de “malas” y “buenas” emociones. Es algo que por desgracia lo tenemos muy aprendido, pero variar este tipo de lenguaje hacia las emociones nos puede ayudar a alcanzar una mejor inteligencia emocional.

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